Despatriarcalizar el 8M
Escribo en primera persona porque es imposible no sentirme parte de esta lucha que se conmemora el 8M.
Hoy podemos volver hablar de un «Paro internacional de Mujeres», y hemos dejado de lado las rosas, bombones y el «felíz día» -el saludo que no puede faltar un 8 de marzo-, ya que esto no ayuda a reivindicar nuestra lucha, para entender que comercializar nuestros derechos es una manera de explotarnos, estigmatizarnos, banalizarnos y legitimar nuestra imagen de mujeres e identidades feminizadas como personas sumisas y débiles, que de vez en cuando «deben» ser halagadas con obsequios, por haber sido obedientes y respetuosas hacia una figura masculina, la cual también «debe» cuidarnos y halagarnos porque nosotras «solas no podríamos».
Reconocernos como la propiedad de un otro que nos «cuida», en un dia que se recuerda la muerte de más de 130 mujeres trabajadoras textiles por exigir mejores condiciones laborales, es la mejor expresión del capitalismo patriarcal. No todxs lo entienden así, pero lo que todxs saben es que se ha dado un gran salto histórico en materia de derechos en equidad de género, que ha marcado un camino de liberación y conciencia, iniciando un proceso de empoderamiento de la mujer, gracias a la lucha colectiva de las mismas.
Ya desde principios del siglo XIX las mujeres trabajadoras textiles empezaban a salir a las calles a exigir mejores condiciones laborales. El hecho más cruento que se conoció a raíz del reclamo que ellas llevaban adelante en esas épocas se produjo cuando los dueños de la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist, de Nueva York, incendiaron la fábrica con alrededor de 140 mujeres adentro, quienes murieron calcinadas por exigir mejores condiciones laborales: horas de descanso (sobre todo para amamantar a sus niñxs) y eliminar el trabajo infantil. La mayoría de ellas eran inmigrantes y madres que vivían dentro de la fábrica con sus hijxs-a quienes los patrones también lxshacían trabajar-. Por todo esto afirmamos que, si bien la violencia y la explotación laboral afecta a toda persona que sea de clase social baja, las mujeres-al salir del ámbito doméstico para aportar a la economía del hogar, trabajando en sectores industriales- han sufrido una triple discriminación histórica, lo que aún sucede: discriminadas por ser mujer, por ser inmigrantes y por ser pobres. Estas condiciones les sirven perfectamente al «Señor», jefe, patrón, encargado, responsable de la producción industrial, para aumentar desmedidamente sus ganancias a costa de la precarización laboral de la mujer, esa mujer inmigrante, indocumentada y amenazada de ser expulsada del país; madre que se veía obligada a sufrir para alimentar a sus a sus hijxs, para quien el peor de los pecados, es el de ser mujer.
De ese «pecado» ya no nos hacemos cargo las mujeres, las que hemos sabido hacer fisuras en el sistema capitalista y patriarcal. Lo logramos con la lucha colectiva, generando grandes quiebres, principalmente instalando la idea de que no somos el sexo débil, y que ser mujer es una construcción del género. Al desnaturalizar todos los indicios y expresiones de violencia demostramos que la debilidad no es nuestra característica biológica (por ser mujer o identidad feminizada), y esto ha traído más femicidios, transfemicidios, travesticidios, y lesbicidios que condiciones de igualdad, pero no decaemos. Es importante entender que esto significa que algo se está quebrando en el sistema patriarcal, que algo les molesta. Que la libertad les molesta. Desencadenar nuestrxs cuerpos nos cuesta la vida, pero tampoco la vida puede costarnos tantas cadenas.
Romper las cadenas implica que, por ejemplo, a casi tres meses del año 2019 ya se hable de 54 femicidios en el país, sin contar a quienes mueren por abortos clandestinos. En Misiones – según datos de salud pública-, por año, más de 200 niñas menores de 16 años son madres, cientos de casos judiciales por violencia de género que duermen en los cajones, y cientos de voces culpabilizándonos por la forma de vestir, por el horario de salida, criminalizando las protestas, indignándose por las paredes rayadas. Mientras, en el último fin de semana largo (en los primeros días de marzo) hubo 5 femicidios en el país.
En Misiones un nuevo caso: el de una joven con 3 denuncias y medidas cautelares. Nada de esto ha servido para evitar el femicidio, violaciones en “manada”, y podríamos seguir describiendo situaciones que nos tienen en desigualdad respecto a los hombres, pero me interesa detenerme en preguntas a la inversa que deberíamos hacernos todxs un día como hoy: ¿fuimos testigos o escuchamos alguna vez que una mujer o una manada de mujeres e identidades feminizadas hayan violado, secuestrado, esclavizado hombres para la dominación y el goce de poder? Si podemos responder esa pregunta, siendo mujer o identidad feminizada, no necesitamos ninguna razón más para salir este 8 de marzo a marchar por nuestros derechos.