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SEÑALIZARÁN SITIO DE LA MEMORIA EN IGUAZÚ

El anuncio se concretó luego de la visita al lugar, emplazado en pleno Parque Nacional Iguazú, en compañía de Mariana y Guillermina; hijas de Manuel Corral y Juan Hoppe. Ambos fueron secuestrados el 21 de febrero en 1978.

Las acompañaron las autoridades del área de derechos humanos y del Parque Nacional Iguazú, como resultado de la investigación iniciada por la guardaparque Nancy Ruiz.

Según la nota publicada por La Voz de Misiones, fue Guillermina quien narró «gran parte de los violentos sucesos ocurridos durante esa madrugada de febrero en la hostería Hoppe. En ese momento tenía 14 años y fue testigo del horror junto a sus nueve hermanos. El más grande tenía 16 y el más chico apenas seis meses. Tras el secuestro de su padre, todos quedaron al cuidado de una tía, aunque en precarias condiciones. Sus vidas cambiaron por completo».

«Los recuerdos de Guillermina -como los de Mariana Corral- están en el libro “Historias con nombres propios III” (2011). Es un compilado de Amelia Báez, ex presa política y funcionaria de Derechos Humanos en Misiones; con escritos confeccionados por familiares y víctimas del terrorismo de Estado en Misiones».

La cabaña Hoppe

Según consigna la nota, «Juan Hoppe, oriundo de Polonia, era ingeniero de puentes. Participó de la Segunda Guerra Mundial, llegó a Misiones en 1948 y fue el creador de las primeras pasarelas para recorrer las Cataratas.

El hombre tenía una casa dentro del Parque. Luego de construir las pasarelas, quedó encargado de mantener los árboles bajos en cercanías al aeródromo; que en esa época funcionaba donde ahora es el acceso principal al predio.

Con el auge del turismo, su casa dejó de ser solamente su casa. Con los años se transformó en lo que terminó siendo la Hostería y Camping Hoppe. Visitantes de todas partes del mundo se alojaban en el lugar, en medio de la selva, de la oscuridad; casi aislados y rodeados de yaguaretés en su hábitat natural».

Los restos de la Hostería y Camping Hoppe, ubicada en plena selva dentro del Parque Nacional Iguazú y demolida en 1979; un año después del secuestro de su propietario Juan Hoppe, del militante montonero Manuel Javier Corral -aún desaparecido- y de varios turistas extranjeros; en el marco de las operaciones perpetradas por las fuerzas armadas durante la última dictadura militar; serán señalizados como sitio de la memoria por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación.

Guillermina y Mariana visitaron por primera el lugar donde unos 20 militares secuestraron a sus padres el 21 de febrero de 1978. Irrumpieron a punta de fusiles medio del silencio y la oscuridad de la selva paranaense.

La señalización del lugar como nuevo sitio de la memoria se realizará a partir de un acuerdo entre la Secretaría de Derechos Humanos y la Administración de Parques Nacionales de Argentina. Fue la guardaparque retirada Nancy Ruiz de Martyniuk quien localizó el lugar tras una investigación.

“Era una hostería impresionante. Tenían diez cabañas de madera y diez de material, cada una con baño privado, además de una zona para carpas. Hoppe también había hecho una pileta natural con agua de arroyo, que no tenía impacto negativo en el lugar. Tenía una máquina para generar energía y una bomba para el agua. Era una persona muy ingeniosa. Empezó a ofrecer servicios y por eso para mí fue el primer hospedaje familiar de la historia de Puerto Iguazú”. Lo detalló en diálogo con La Voz de Misiones la guardaparque Ruiz. Ella investigó la historia de la hostería a partir del hallazgo de los cimientos de las construcciones durante una de las recorridas por el Parque. Fue en el marco de una labor de eliminación de plantas exóticas, “invasoras” o “plagas”.

Manolo, hasta hoy desaparecido

Hasta allí llegó una vez Manuel Javier Corral, más conocido como Manolo, cuyo paradero aún se desconoce y es uno de tantos los militantes políticos que permanecen en condición de desaparecidos desde el golpe de Estado ejecutado el 24 de marzo de 1976.

Corral nació el 20 de agosto de 1943 en Galvez, provincia de Santa Fe. Vivió un tiempo en Capital Federal, formó parte de grupo nacionalista Movimiento Nueva Argentina (MNA) y estudió ingeniería. En 1971 lo detuvieron, acusado de ocultar armas en un “embute”.

Manolo estuvo preso en los penales de Devoto, Caseros y Ezeiza. Salió por la ley de la amnistía el 25 de mayo de 1973.

Tras su liberación se casó con la mujer que luego fue madre de su hija Mariana, pero el matrimonio no prosperó y por su compromiso militante tuvo que pasar a la clandestinidad. Su familia ya poco y nada sabía de él para ese entonces, aunque luego confirmaron que Manolo era parte de la organización Montoneros.

En marzo de 1977 Corral se fue a Brasil, pero antes de ello, intuyendo que su final podía llegar en cualquier momento por la persecución política que sufría, escribió una carta para que Mariana la leyera cuando cumpliese 15 años. Esos escritos luego se transformaron en un libro, “Cómo enterrar a un padre desaparecido”, del periodista Sebastián Hacher.

Pero el santafesino iba a durar poco en el extranjero. En noviembre de 1977 regresó a la Argentina y después emprendió viaje hacia Puerto Iguazú. Se alojó en la hostería Hoppe, lugar que ya conocía previamente. Se quedó ese verano y también empezó a trabajar para el dueño, Juan, con quien entabló una amistad.

Durante esa última estadía Corral conoció a Ana María Cavallieri, una mochilera cordobesa que estaba recorriendo el Litoral. Se enamoraron, iniciaron una relación y aguardaban emprender viaje hacia Brasil nuevamente. La quimera consistía en llegar hasta México. Comenzar de cero.

Pero el 21 de febrero de 1978, a las 2 de la madrugada todo cambió.

Secuestros en la selva

Veinte militares vestidos de civil llegaron a punta de fusiles a la hostería preguntando por “los guerrilleros”. En baúles de falcons y en cajas de camionetas prestadas por la empresa de turismo Tucán, se llevaron todos. A Corral, a Hoppe y a al menos siete turistas (dos daneses, dos estadounidenses, un alemán y dos porteños).

“A los turistas que se alojaban en las carpas en el sector de camping los fueron a buscar a todos, no se salvó nadie. Los trajeron arrastrados haciendo cuerpo a tierra hasta la casa donde estaba la hostería por el camino que estaba lleno de ripio”, recordaría luego Guillermina para el libro de Amelia Báez.

En total fueron doce horas de amenazas, intimidaciones y golpes para todos de parte de los militares que preguntaban “por las armas” y “los guerrilleros”. Uno de los integrantes de esa patota es “Chelo”, un conocido policía del destacamento de Puerto Iguazú.

Llevaron a todos los detenidos a Posadas, donde quedaron alojados en distintos lugares. A Hoppe lo torturaron, y desde su celda también oía cómo golpeaban a Corral, que luego se habría identificado como montonero para que liberen a los demás.

Unos quince días después, liberaron al ingeniero polaco y los turistas. Entre ellos Ana María Cavalieri, que regresó a Córdoba, pero de Corral nunca más hubo noticias.

“A partir de ese momento, comienza un largo recorrido por tribunales, comisarías, pedidos de hábeas corpus, telegramas, etc. Todas gestiones son inútiles. El 7 de noviembre de 1978, mediante un télex, el Ministerio del Interior hace saber que el Ejército informó que mi padre ‘fue liberado por falta de mérito, dirigiéndose a la Pcia. De Buenos Aires’. El télex vino de Puerto Iguazú firmado por el Jefe del Comando. Sin noticias. Todos los hábeas corpus presentados posteriormente también fueron rechazados”. Así reconstruyó, en “Historias con nombres propios III”, Mariana Corral la lucha de su familia para obtener novedades de su padre. Todo fue en vano. De Manolo nunca más se supo más nada. Sigue desaparecido. Sólo quedaron su rostro, sus memorias y la carta dirigida a su hija.

Hoppe, en tanto, regresó a Puerto Iguazú, pero nada fue igual. Los aprietes que ya venía recibiendo para desalojar su casa y su complejo dentro del Parque se profundizaron. Así fue que en septiembre de 1979 debió abandonar el lugar y exiliarse en Presidente Franco (Paraguay), dejando a sus hijos en Iguazú hasta que tiempo después pudo llevarlos nuevamente con él.

Fue durante esos años en Paraguay que Hoppe le contó a sus hijos todo lo que había padecido durante su secuestro y recordó las últimas veces que vio a su amigo Corral.

“En un momento en el que se pasaban salmuera Corral le dijo a mi padre que una sesión más de tortura no aguantaba; entonces mi papá le dijo que les suplicara. En un momento escuchó que Corral decía que le dejaran ver el mundial y que quería ver a la Argentina salir campeón. También escuchó, ya que permaneció siempre vendado, que varios detenidos decían que no iban a comer más porque preferían morir; no aguantaban más tantas torturas”. Así recordó Guillermina las experiencias narradas por su padre.

El regreso

La familia Hoppe regresó a Argentina en 1983, pero el ingeniero polaco falleció poco antes de 2010. Murió lejos de su histórica cabaña y sin justicia por todo lo padecido, ni por su secuestro, tortura y exilio, ni por su desalojo. Fue uno de los pocos que no fue incluido en el plan de reubicación de primeros pobladores del área Cataratas realizado por la Administración de Parques Nacionales en su momento.

“Él no estaba de manera ilegal ahí, pero de igualmente en la orden de desalojo figuraba como un ‘invasor’. Toda esta investigación también forma parte de la historia oral de esos primeros pobladores y ayuda a la memoria. Lo oculto debe salir a la luz. La justicia engrandece a una nación, se ha sacado la afrente de ese lugar”, reflexionó la guardaparque Ruiz.

Más de 40 años después, la Secretaría de Derechos Humanos señalizará el sitio de la memoria dentro del Parque. Es para recordar lo sucedido durante esa madrugada de terror en la hostería Hoppe.

FUENTE: LA VOZ DE MISIONES